El viejo y la llave
Ayer, de casualidad, vi el capítulo 13 de la temporada 13 de los Simpson: «El viejo y la llave«. En este capítulo el abuelo Simpson se enamora locamente de Zelda, una mujer que acaba de incorporarse como usuaria del asilo. Para competir por el amor de esta mujer, el abuelo renueva su carnet de conducir para poder así llevarla de viaje a diversos lugares. Zelda da mucha importancia al hecho de tener coche y poder seguir siendo tan independiente como lo era de joven. Mientras lo veía pensaba cómo de real era esa situación…
Y es que a los que aun mantenemos nuestra independencia e intimidad en todos los aspectos de nuestra vida, estas situaciones nos caen muy lejos, tanto que creo que les restamos importancia cuando realmente tienen mucha. ¿Cuántas veces has dicho: «no es para tanto«, «aunque no puedas hacer tal cosa puedes hacer tal otra«…?
Pero esto es muy fácil de decir desde una postura como la mía, porque si yo esta semana no puedo ir al baile con mis amigos porque no me encuentro bien, se que la semana que viene sí podré ir. Pero el avance de la edad no va unas veces para delante y otras para atrás, la falta de recursos económicos cuando estás jubilado no vuelven al mes siguiente.
Sentir que te haces mayor, que poco a poco tienes que dejar de hacer cosas que te gustaban y no porque quieras, sino porque ya no puedes; darte cuenta que este hecho de ir soltando lastre no es temporal, sino definitivo; y que a partir de este primer dejar ir, no hacen más que llegar otros debe ser mucho más duro de lo que parece desde la distancia.
Para mi, el tener que dejar de hacer cosas que te gustan por causa de la edad, de problemas de salud crónicos, de falta de recursos… es como la pérdida de un ser querido: algo doloroso, irrecuperable y que necesita su tiempo de duelo.
Lo que más nos afecta a los humanos son los sentimientos, en todas las etapas de la vida duelen más los golpes psicológicos que los físicos y seguramente por esto duelan tanto estos dejar ir y por este mismo motivo los que no lo vivimos en nuestras propias carnes no sabemos lo que se sufre por dentro.
Cuánta verdad!. Enhorabuena por dar voz a los mayores.
Muchas gracias por tu apoyo Irina! Un abrazo fuerte, Pilar :)